jueves, 28 de abril de 2011

Frases y árboles (8)


DICHOS Y REFRANES


Naranjos agrios, uno debía haber en cada patio

Naranja amarga, en ayunas, salud segura.

Ten un naranjo agrio en tu corral y tendrás botica para ti y tu vecindad.

El acebo es la madre de la caza

"Agosto secu, castañes en cestu" (dicho asturiano)

Las peras de vino y el vino de durazno (melocotón)

A quien buen árbol se arrima buena sombra le cobija

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domingo, 24 de abril de 2011

RICARDO CODORNÍU Y STÁRICO (Cartagena, 1846-1923)
"el apóstol del árbol"
El árbol de rivera
A Rafael H-R. y C.

         En el parque de Murcia, cerca del Segura, se ve un grupo de cipreses, que alzan sus aguzadas copas, y junto a la misma orilla del agua un bello sauce, de los llamados poéticamente ya llorones, ya desmayos, porque sólo a que lloran o a que desfallecieron puede atribuir el pueblo la dejadez de sus ramas.
        Cierta tarde de primavera de 1914, cuando la tierra llevaba cinco años enteros privada de abundantes lluvias, dijo el río al árbol...
        -¿A qué viene esa exclamación de extrañeza, amigo lector? ¿Supones que no soy verídico, porque trato de referir lo que el Segura dijo? ¿Olvidaste que el más famoso lírico español, el reverendo Fray Luis de León aseguró, en maravillosas estrofas, que el río Tajo sacó fuera el pecho, y dirigió un intencionado discurso al último rey godo?
         El Segura, menos poeta y orador que el Tajo; pero sin duda mas preguntón, dijo al árbol:
         -Te compadezco, caro vecino, porque siempre estás triste, y hasta lamento en extremo que tú y los de tu misma especie, que os miráis en mi linfa, no halléis alivio al dolor que os embarga, derramando algunas lágrimas, porque con ello, al mismo tiempo, algo acrecería mi escasísimo caudal. Ya veis a qué lamentable extremo me hallo reducido: al de pedir que, siquiera como limosna, me den una gotita de agua, porque la prolongada sequía de los últimos años me ha empobrecido, me ha arruinado. Por eso el otro día, olvidando mi gloriosa historia, un paseante se atrevió a llamarme riachuelo y aunque tal insulto despertó mi cólera y ansiaba el dulce placer de la venganza, ya que no me caracteriza la humildad, nada pude hacer. Añoré aquellos felices tiempos en que mi lecho era mucho más profundo, cuando el hombre aún no había venido a transformar la tierra y numerosos cocodrilos se bañaban en mi corriente, porque cualquiera de ellos bastara para imponer silencio perpetuo al calumniador.
          ¡Si a lo menos hubiese sido suficientemente fuerte para inundar la huerta de Murcia, como hice mas de una vez en tiempos no lejanos! Mas ahora me muero de sed y ni aún hallé suficientes gotas para salpicar la cara del muy desvergonzado! Dejando esto aparte, ya que no tiene remedio, cuéntame querido sauce tus pesares, como yo te he referido los míos.
         -Así se escribe la historia, dijo éste. ¡Suponen que las aguas ríen y los sauces lloran! Porque los sauces no somos tan charlatanes como las corrientes de agua, a pesar de nuestro claro y alegre follaje se nos compara a los cipreses, a esos estúpidos árboles, que aspirando a huir de la tierra, porque no les agrada lo que en ella ocurre, sólo logran ser destinados a entristecer los cementerios. Los árboles de mi especie somos por el contrario verdaderos filósofos de esa prudente filosofía que hace mas grata la vida y a nosotros mas aptos para cumplir nuestros deberes. Gracias a ella aprendimos a transformar lo malo en bueno y lo ingrato a lo menos tolerable. Se dice, con razón, que el mundo anda transtornado ... mas esto sólo sucede desde que el hombre tomó posesión de la tierra, porque antes todo estaba admirablemente dispuesto. Viendo el mal y aspirando a cumplir nuestro deber, nos dijimos los de mi especie: ya que no podemos cambiar la marcha de la tierra y sin embargo debemos vivir en ella para purificar el aire y embellecer el paisaje, busquemos la orilla del agua e inclinando nuestras ramas, miremos el mundo en su líquido espejo. Así le vemos debidamente arreglado: contemplamos lo rápidamente que se hunde el vicio y cómo la virtud se eleva hacia nosotros; y cuando la brisa produce un pequeño oleaje, los contornos ganan en belleza lo que pierden en precisión; todo se hace mas poético, y el sol al ser reflejado por el líquido elemento, en vez de cegarnos se nos muestra transformado en brillantes. Lloren los cipreses de columnas, eleven sus agujas sin mirar a la tierra; nosotros preferimos contemplar el cielo en lo profundo de las aguas.

---Fin---

martes, 19 de abril de 2011

JOSÉ HIERRO (Madrid, 1922-2002)
en Con las piedras, con el viento
Árboles, árboles, ¿quién

Árboles, árboles, ¿quién
os regala, quién os tiende
velos de niebla dorada
desde las cimas celestes?

¿Quién os da trescientos, tres-
cientos mil pájaros tenues
que vuelan, cantan, encantan
vuestra hermosura presente?

Flautistas del viento sur.
Arpistas de los relentes.
Liras entre vuestras copas
tañen su música verde.

Las almas, ante vosotros,
qué a gusto pasan, se pierden.
Los cuerpos, cómo desean
cantar, si el amor los prende.

Qué prodigiosa palabra
decís a los que se quieren.
Qué castillos inefables
alzáis en el sol poniente.

Oh qué hermosura. Le dais
al amor los ramos verdes
y os los torna en primavera
al alma, amorosamente.

El tiempo sobre nosotros;
pero el tiempo no os vence.
Sobre vosotros, el tiempo,
os dora, os desnuda...
Y vuelve.

el amor, la primavera,
la ilusión. Nada se pierde
si queda entre vuestros troncos
nuestro eterno amor, latiendo
mágicamente.

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sábado, 16 de abril de 2011

MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, 1910-1942)
Naranjo

Eres tú el árbol
de las manzanas
de metal pálido
del jardín de las Hespérides.
Eres tú el árbol
 un naranjo, delicioso aroma...
de los cien ojos:
vegetal argos,
parón real.
Eres tú el árbol
de la nieve caliente
y la arena glacial
cómo yela la nieve caliente,
y cómo quema la glacial arena.
Eres tú el árbol
oro y redondo: del Mediodía
el molde exacto
del Mediodía.
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martes, 12 de abril de 2011

ANTONIO COLINAS (León, 1946)
La encina  
De "El río de sombra"

En diciembre, casi sin desearlo,
me encontré contemplando en tierra de místicos
un atardecer que se consumía
-de horizonte a horizonte-
con la lentitud de un cálido rescoldo.

Ahora ya es de noche
y arriba todo es cielo
y abajo todo es mar de tierra parda
y aquí a mi lado sólo hay una encina
vieja y negra, enorme y grave.

¿Qué podría yo hacer en este espacio
con esta encina-madre, con esta compañera
de grandes brazos negros, de grandes brazos duros,
con este candelabro de velas apagadas?
¿Comeré de sus frutos más amargos?
Y, si tiendo los brazos, ¿sentiré cómo hiere
su hojarasca de escarcha?
¿Palparé la aspereza de su robusto tronco,
que más parece el lomo
de la bestia de un apocalipsis?

He venido a cobijarme
bajo la doble noche de la encina
porque era mucho el frío que desprende
el manto de  esta tierra tan inmensa.
Me inquietaba también un vuelo de lechuza
en torno a la ruina de un palomar.
(Sospecho que mis ojos pueden ser el aceite
que el ave busca con inquietud
en el centro del páramo.)

Así que me he quedado a solas y vacío
de cuanto se hace y dice en este mundo,
pero lleno del silencio más blanco
que reinó en la primera noche del planeta.
Los pies ya se han callado
sobre el crujido de la hierba helada.
La boca sólo puede morder la tierra.
Los ojos, húmedos y extraviados,
ya no persiguen constelaciones
y dudan si son astros o agujas
lo que cae de allá arriba, entre las ramas.

Con la idea del amor
(ese otro rescoldo que siempre llamea
en el pecho de los soñadores)
me caliento y espero,
voy pasando la noche
hasta que alba o muerte
sellen esta soledad infinita.

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sábado, 9 de abril de 2011

A pesar de todo lo acontecido, los SAKURA...

... los cerezos no han faltado a su cita anual

http://www.kirainet.com/sakura-en-tokio/
http://www.kirainet.com/¡florecio-el-sakura/

foto de www:kirainet.com


Gracias, Héctor, por tu blog

jueves, 7 de abril de 2011

THÉOPHILE GAUTIER (1811-1872)
 Le pin des Landes

On ne voit en passant par les Landes désertes,
Vrai Sahara français, poudré de sable blanc,
Surgir de l'herbe sèche et des flaques d'eaux vertes
D'autre arbre que le pin avec sa plaie au flanc ;

Car, pour lui dérober ses larmes de résine,
L'homme, avare bourreau de la création,
Qui ne vit qu'aux dépens de ce qu'il assassine,
Dans son tronc douloureux ouvre un large sillon!

Sans regretter son sang qui coule goutte à goutte,
Le pin verse son baume et sa sève qui bout,
Et se tient toujours droit sur le bord de la route,
Comme un soldat blessé qui veut mourir debout.

Le poète est ainsi dans les Landes du monde;
Lorsqu'il est sans blessure, il garde son trésor.
Il faut qu'il ait au cœur une entaille profonde
Pour épancher ses vers, divines larmes d'or!


EL PINO DE LAS LANDAS

No se ve, al pasar por las Landas desiertas,
Auténtico Sahara francés, empolvado de arena blanca,
Brotar de la hierba seca y de los charcos de verdes aguas
Otro árbol que el pino con su herida en el flanco;

Pues para robarle sus lágrimas de resina,
El hombre, avaro verdugo de la creación,
Que vive sólo a expensas de aquéllos a quienes asesina,
En su dolorido tronco abre un ancho surco.

Sin lamentar su sangre que corre gota a gota
El pino derrama su bálsamo y su savia que hierve,
Y se mantiene siempre erecto al borde del camino,
Como un soldado herido que quiere morir de pie.

El poeta está en las Landas del mundo;
Cuando carece de herida, conserva su tesoro.
Le es preciso tener en el corazón una profunda grieta
Para derramar sus versos, divinas lágrimas de oro.

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domingo, 3 de abril de 2011

LAMENTO POR EL CIPRÉS DE SILOS
José Mª Manrique

                                          Para el P. Quintiliano con
                                                                       admiración
                                             porque siempre admiro
                                                                        la bondad.

Desde un ángulo perdido,
en un claustro misterioso,
te veo alzarte hasta el cielo
en el silencio nocturno
y acariciar una estrella.

Yo no sé viejo ciprés,
lo que sientes cuando el día
va llegando poco a poco
y cuando la luz que nace
mata a la luz de tu estrella.

Pero creo adivinar
entre el campo de los pájaros
y entre el rumor de la fuente
un silencioso lamento
porque tu estrella se fue.

Después, tal vez, tu esperanza
sueña, ansiosa, con la noche.
Con ella vuelve tu estrella,
la acaricias tiernamente,
pero la sientes lejana.

Y hallas frío en su sonrisa,
y ves hielo en su mirada,
y tú quisieras llorar
como la fuente en el alba,
pero ya no tienes lágrimas.

Luego, otro día, otra noche...
tú piensas: “Quizá mañana”.
Y en la estrella que acaricias
no hallas fuego ni alegría,
sólo frialdad lejana.

Quisieras llorar, ciprés,
y ya no te quedan lágrimas...
Sólo el llanto de la fuente
te consuela, y tristemente
tú piensas: “Tal vez mañana”...

28-8-1966

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